El hombre que desarmó pequeñas flores.
Viernes observó desde cierta distancia la acción meticulosa que estaba llevando a cabo un hombre en un cantero. Con sus manos cubiertas de tierra húmeda, sostenía un pequeño ramo de flores violáceas que supo arrancar de raíz. Se levantó del lugar y se alejó unos cuantos pasos, sólo para sentarse en el césped, bajo la sombra de un pino demasiado alto. Miró las flores que se posaban sobre la palma de su mano con una expresión de lejanía en el rostro. Como si se tratara de un ritual, desarmó las pequeñas flores: separó sus pétalos en un accionar lento y dedicado, uno por uno. Luego los tallos de las raíces, arrojando a un lado aquello que sobraba. Sólo los pétalos quedaron, posándose y tratando de escapar con aquellas pequeñas brisas que sorprendían de vez en cuando. Juntó todos los pétalos en una sola mano y cerró el puño con fuerza. La piel de sus nudillos se tornó blanquecina por la presión que ejercía, y en su rostro se dibujó una mueca, una sonrisa mal hecha. Viernes, al contemp...